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El Camino de Santiago, mi experiencia...


Hace unos años tuve la gran oportunidad de hacer con un grupo de amigas del Alma “El Camino de Santiago”.

Todos me decían que era un Camino Vivo y Consciente, que cada persona de acuerdo a su proceso interior viviría sus propias experiencias. En ese momento no sabía lo que me esperaba y lo profundas que serían para mi esas experiencias.

Cómo todo peregrino iba con mi mochila. Mi mochila iba llena de mis cargas. Todo el peso de mi pasado, de mis Dolores y tristezas iban ahí. Tenía claro que llevaría mis cargas y se las entregaría a Dios una vez llegara a la Catedral de Santiago. Las liberaría en la propia Fuente de la Vida, en donde el fuego sagrado las disolvería. Ese espacio sagrado desde donde emanan todas las historias manifestadas y todas las posibilidades. Ese era el ritual que deseaba hacer mi Corazón.

Partimos desde el pueblo de O Cebreiro y ahí inauguramos nuestro Camino. Recuerdo que ese primer día fué el más difícil de todos para mi. Sabia que iban a haber subidas y bajadas en el Camino, pero ninguna subida fue tan intensa como la que experimenté ese día. Ese fue mi primer enfrentamiento con la esencia y las comprensiones que vendrían después.

Al terminar el día cuando ya llegábamos a la posada, nos bañábamos y comíamos. Esa noche pude hacer una conexión profunda con el Camino de Santiago y el Camino de la Vida, el Camino que realizaba hacia mi misma y hacia mi verdad interior.

Mientras pasaban así los días veíamos como esa “flecha amarilla” dibujada en cada sendero, en cada esquina, en cada árbol, era el indicador de el Camino correcto a seguir. Seguirlas era la garantía de que ibas por el “buen Camino”. Un Sendero que te llevaría directo a la Catedral ( lo que para mi significaba un Camino sin desvíos hacia Dios, hacia mi misma, hacia la realización de la Consciencia pura en mi, hacia la luz y el brillo de mi Ser interior)




Durante el Camino siempre eres libre de elegir tomar atajos o desvíos, de hacerlo más fácil, de despistarte un poco con otras cosas, también de poder evitar una subida o una bajada muy extrema. Pero en esos atajos no conseguirías las flechas amarillas. Significaba entonces que de no seguirlo nos separaríamos de la Conexión con la vía o el Sendero personal que nos apuntaba hacia nuestro destino (hacia nuestra verdad interior, o en este caso, la Catedral).


Eran caminos montañosos, a veces bajadas inclinadas, a veces subidas intensas, casi todos llenos de piedras, por tanto, la atención de mi consciencia debía estar enfocada plenamente en cada paso. La Atención puesta en cada movimiento y al Camino era muy importante.

La atención debía estar puesta en en el aquí y el ahora, porque si te despistabas con el paisaje o te entretenías con otras cosas, podías tropezar o doblarte un pie y por su puesto que eso no era lo que quería.

En el Camino no podías ir muy rápido ni muy lento porque podrías lesionarte. Debías seguir tu ritmo. Tu propio ritmo. Un ritmo que respetara tu proceso reflexivo y tu silencio. Mi intención era vivir y comprender el Camino en profundidad. Sentirlo. Permitirle que me revelara sus secretos. Que me permitiera conocer lo que guardaba para mi.

Con los días de Camino, iba comprendiendo profundamente que Dios en su bondad nos dirige los pasos por el Camino más rápido (las flechas amarillas) pero que para ir por ese Camino tienes que aceptar los momentos que la vida trae ante ti, aunque sean difíciles y vivirlos a plenitud, por que ellos te ayudan a desarrollar fuerza y valentía, valores que nos engrandecen y nos revelan una verdad más sutil para saber atravesarlos. Te ayudan a vivir en paz con lo que la vida te trae, en aceptación, porque sabes que es el Camino más rápido hacia tu propia realización, es la Vía más directa al Ser. Es un Camino que te va revelando el tesoro que hay en tu propio corazón, tu sabiduría y verdad interior.

El Camino me enseñó la importancia de vivir el momento, de vivir despierta, atenta, alerta y Vigilante. Para no tropezar (en la vida), para no despistarme, para vivir con profundidad, para vivir arraigada a la verdad de quien verdaderamente soy.

Me enseñó la aceptación de lo que la vida (el camino) traiga a mi vida ( sean subidas o bajadas) ya que la inteligencia y sabiduría absoluta lo trajo a mi y eso es lo que debe ser vivido. En esa aceptación está La Paz.

El miedo a enfrentar lo difícil o en la hipnosis de los placeres, muchas veces preferimos tomar atajos o desvíos, pero a la corta o a la larga, siempre tendremos que regresar y buscar las señales (las flechas amarillas) que nos lleven de regreso a el Camino, a nuestro propio interior.

Y así pasaron los días, caminando en Silencio. Reflexionando, Soltando. Dejando ir.

Cuando ya se acercaba el momento de llegar a la Catedral me di cuenta que los últimos tramos eran fáciles... ya no habían más subidas... o bajadas intensas... eran Caminos más planos, Caminos rectos y asfaltados... quizás representaba el bálsamo de lo ya aprendido a través de muchas dificultades. Que ya estábamos cerca, ya casi estábamos llegando a la meta.

Y así era. Al llegar mis amigas peregrinas y yo lloramos, nos abrazamos, nos reímos... Llegar a esa hermosa Catedral fué hermoso, pero nunca lo hubiera sido, si no hubiera vivido todo ese proceso interno en el Camino.

Nos acostamos en el suelo a ver la Catedral y ahí en mi silencio, con el Corazón en las manos, le entregaba mis cargas a la Vida. A lo absoluto. Todo lo que iba en mi Mochila. Mis dolores, mis miedos, mis frustraciones, mis inseguridades, mis dudas, mi confusión...


Unos días después regresaría a mi Vida... ligera, liberada. Así me sentía. Y al parecer se notaba. Mis Seres queridos lo notaban. La ligereza. Un gozo interno que aún conservo desde esa profunda y reveladora experiencia.

Hoy solo puedo dar gracias al Camino de Santiago. A la sabiduría que vibra en sus senderos...


Soy muy devocional y apasionada con el Silencio, con la profundidad de la Vida interior, con mi Ser, con su misterio... y cada experiencia la vivo de igual manera y eso me ha llevado por un proceso interno de revelaciones y descubrimientos que han hecho vibrar mi corazón y derramar lagrimas de emoción en mis ojos.

Espero que esta historia te inspire a recorrer tu Camino interior sin atajos o desvíos. Con toda la fuerza y la fortaleza para aceptar y atravesar las dificultades que la vida traiga y aún así poder mantener la paz que nace desde lo profundo de tu Ser.

Que entregues tus cargas, tu peso y tus limitaciones a la Vida. Ya no te sirven para nada. No las necesitas. Entra en tu mundo interior libre, liger@ y sin equipaje. Despiert@ y Consciente, sabiendo que la verdad y la profunda dicha son tu realización más sagrada. Viven en ti. Tú ya eres lo que estás buscando en cada paso. El encuentro con tu pureza y con tu verdad está en tu próxima respiración. Está en el centro de tu Ser, en tus profundidades y solo espera revelarse ante ti en todo su esplendor.

Con profundo Amor

Maribel




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